Ecos del Congreso de los Cinco Continentes

Heridas de Globalización

Furtos
EL PSIQUIATRA FRANCÉS JEAN FURTOS                        Foto: Archivo Particular
El psiquiatra francés Jean Furtos habla de riesgos para la salud mental como secuelas psicosociales.
La competitividad desalma­da, la ambición desenfrenada, el egoísmo demoledor y el in­dividualismo extremo de es­tas sociedades están despe­dazando los vínculos sociales que unen con un país, la fami­lia, los amigos, el trabajo y que permiten construir sociedades con princi­pios claros y, de cierta forma, más segu­ras. Sin vínculos sociales fuertes empeza­mos a desconfiar de nosotros mismos, de los otros y del futuro, y por eso esta deli­cada situación de salud mental de nuestras sociedades es tan tóxica como la conta­minación del agua o de la atmósfera, pues ¿de qué serviría un planeta biológicamen­te viable si el hombre desaparece como ser social?
La tesis es defendida por el psiquiatra e investigador Francés Jean Furtos, uno de los mayores expertos mundiales en el tema y quien participó en el XIV Simposio In­ternacional de Psiquiatría, Salud Mental y Calidad de Vida, que se realizó hace poco en la Universidad El Bosque en Bogotá.
“Los seres humanos somos animales políticos, definidos por tener lazos sociales organizados que nos permiten vivir en so­ciedad. Esos lazos son importantes incluso biológicamente, pues los bebés maltrata­dos o las personas deprimidas presentan, a la vez, problemas de lazo social y de dis­turbios inmunitarios”, dijo Furtos a LEC­TURAS. “Los lazos sociales se sitúan en niveles diferentes: los íntimos y privados (familias, amigos, vida amorosa), y públi­cos (vecindad, trabajo, política, etc.), pero ninguno funciona independientemente. Todos se interrelacionan entre sí”.
Furtos es director científico del Obser­vatorio Nacional de Prácticas en Salud Mental y Precariedad, en Lyon, Francia, y presidente del Congreso de los Cinco Con­tinentes, realizado en octubre de 2011 en Lyon para tratar el tema de los trastornos psicosociales y la salud mental en el mun­do globalizado de hoy.
¿Cómo identificamos el daño social que está produciendo la ruptura progresiva con los vínculos sociales?
Lo podemos identificar en varios niveles: primero, en el plan social y antropológico, ob­servamos diferentes fenómenos como la acele­ración del individualismo, con ruptura de los lazos de solidaridad; el agravamiento de la ten­dencia a sentir miedo de los otros, es decir, una especie de paranoia social (no psi­quiátrica pero no menos temible); la diferencia frente al otro, que lle­va a creer que hay que defenderse, con una fuerte tendencia al racis­mo frente de ciertos grupos sociales; el aumento del hedonismo compul­sivo, que no es una búsqueda muy normal de la felicidad y del placer, sino consumir el placer, ya que no hay otros valores sociales, de for­ma adictiva y toxicomaniaca. Exis­te también una aceleración subje­tiva del tiempo, con el sentimiento de una urgencia permanente, lo que hace que desconozcamos el ‘gran tiempo’, que es el que nos une a las generaciones del pasa­do y a las del futuro. Observamos una preca­rización de la transmisión entre las generacio­nes, lo que es muy grave para los adolescentes y los jóvenes.
Eso sería sobre el plan social y antropológico, ¿cuáles son los otros niveles?
En el nivel de la clínica psicosocial, obser­vamos una tendencia hacia lo que llamo el sín­drome de autoexclusión: en un mundo donde las personas no se sienten más en su casa, ni re­conocidas como dignas de existir en el grupo social al que pertenecen, terminan por aislarse de sí mismas y de los otros para no sufrir más, para escapar del desaliento, la desesperación y la vergüenza. Aparecen entonces signos de de-saparición o congelamiento del ser, como una especie de anestesia del cuerpo, disminución de las emociones o, al contrario, excitación, inhi­bición de la inteligencia, y la ruptura acelerada de los lazos sociales y de vínculos con la misma realidad, debido al creciente aislamiento, inac­
¿Cómo identificamos el daño social que está produciendo la ruptura progresiva con los vínculos sociales?
Lo podemos identificar en varios niveles: primero, en el plan social y antropológico, ob­servamos diferentes fenómenos como la acele­ración del individualismo, con ruptura de los lazos de solidaridad; el agravamiento de la ten­dencia a sentir miedo de los otros, es decir, una especie de paranoia social (no psi­quiátrica pero no menos temible); la diferencia frente al otro, que lle­va a creer que hay que defenderse, con una fuerte tendencia al racis­mo frente de ciertos grupos sociales; el aumento del hedonismo compul­sivo, que no es una búsqueda muy normal de la felicidad y del placer, sino consumir el placer, ya que no hay otros valores sociales, de for­ma adictiva y toxicomaniaca. Exis­te también una aceleración subje­tiva del tiempo, con el sentimiento de una urgencia permanente, lo que hace que desconozcamos el ‘gran tiempo’, que es el que nos une a las generaciones del pasa­do y a las del futuro. Observamos una preca­rización de la transmisión entre las generacio­nes, lo que es muy grave para los adolescentes y los jóvenes.
Eso sería sobre el plan social y antropológico, ¿cuáles son los otros niveles?
En el nivel de la clínica psicosocial, obser­vamos una tendencia hacia lo que llamo el sín­drome de autoexclusión: en un mundo donde las personas no se sienten más en su casa, ni re­conocidas como dignas de existir en el grupo social al que pertenecen, terminan por aislarse de sí mismas y de los otros para no sufrir más, para escapar del desaliento, la desesperación y la vergüenza. Aparecen entonces signos de de-saparición o congelamiento del ser, como una especie de anestesia del cuerpo, disminución de las emociones o, al contrario, excitación, inhi­bición de la inteligencia, y la ruptura acelerada de los lazos sociales y de vínculos con la misma realidad, debido al creciente aislamiento, inac­tividad y dejadez de la persona. Eso puede dar lugar a disturbios de comportamiento, a la violencia y otros desórdenes que exigen una ayuda terapéutica apropiada.
¿Hacia dónde va el mundo con la desintegración progresiva del ser humano?
Un mundo compuesto por individuos ato­mizados, replegados a su entorno próximo, marginados, aterrorizados por otros, sin más proyectos que sobrevivir como están, o en la violencia, tiene implicaciones políticas serias porque hará muy difícil el ejercicio de la de­mocracia, con las respectivas consecuencias conocidas. Si se comprueba una tendencia al desastre de la ecología del lazo humano, este se acompaña también de un desastre en términos de ecología del planeta: ¿cómo te­ner un pensamiento ecológico con un pensa­miento del corto plazo donde el ‘gran tiempo’ no existe? Necesitamos comprender la im­portancia de los lazos sociales y tomar deci­siones oportunas que frenen la autoexclusión de los seres humanos.
¿Qué nos ayudará a cambiar el rumbo?
Primero, tomar conciencia de lo que su­cede y por qué sucede. Adoptar medidas que nos lleven a reforzar los vínculos sociales, a restablecer la confianza en nosotros mismos y en los otros, que refuercen la solidaridad entre los seres humanos. No se puede vivir en el mundo sin el otro. Sin duda, se requerirán reglamentaciones políticas y movimientos de opinión pública para impedir la ruptura de­finitiva de los lazos sociales.
¿Qué podemos hacer, es necesaria una acción colectiva?
Primero, lo que tenemos que hacer es no entrar en pánico ni elevar la presión existen­te. Observar y pensar sobre lo que sucede. Ser realistas, tratar de entender lo que pasa con las personas. No es un problema mo­ral sino de tendencia antropológica, que es necesario revertir. Es preciso que la socie­dad civil internacional cree un organismo de reflexión, investigación y apoyo, que pue­ da ser consultado y que dé respuestas a los problemas más apremiantes.
¿Cómo esta crisis puede ayudar a solucionar el problema?
La crisis nos puede servir para recuperar los lazos sociales perdidos por ese hiperindividualismo y autonomía obligato­ria, que atomiza a los seres humanos. La buena salud mental tiene que ver con la capacidad de decir ‘no’ en lo que se refiere a la destrucción progresiva y pasiva de los vínculos sociales.
¿Es el neoliberalismo responsable de los problemas psicosiales que enfrentamos hoy?
Por completo. Podemos decir que el neoliberalismo, en su forma actual, es perverso.
¿Cuál es la medida de emergencia que necesitamos tomar?
Concienciar a otros y actuar conjuntamente para encon­trar soluciones. Como psiquiatra no puedo ponerme en el lu­gar de políticos, economistas o financieros, pero sí asociarme con profesionales de otras disciplinas y con ciudadanos para crear una conciencia colectiva y establecer obligaciones en términos de ecología humana, con el apoyo de la sociedad ci­vil internacional. Conviene animar a los responsables econó­micos de las consecuencias psicosociales que puedan tener las decisiones que tomen.
¿Cuál es su principal trabajo en este sentido?
Hasta ahora vincular a otros en el análisis y posibles so­luciones a este problema. Incluir en eso a los trabajadores so­ciales, a un cierto número de interventores del Estado, a aso­ciaciones, etc. Es preciso observar y comprender los efectos psicosociales de la crisis actual, y sacar conclusiones prácti­cas y, para eso, una vez más, insisto en la creación de un or­ganismo civil internacional para abordar este problema.
En un país como Colombia, con múltiples guerras y dolores que nunca se enfrentaron porque unos se sobrepusieron a otros peores, ¿cuál sería la salida?
Hay que trabajar en el ‘gran tiempo’ pero también en el presente. No me corresponde decir lo que hay que hacer para reactivar la confianza perdida y fortalecerla. Creo que el conti­nente latinoamericano tiene un cierto número de cartas en sus manos para hacer propuestas colectivas.
¿Cree que el cooperativismo y la humanización del mundo nos salvarán de la desintegración que amenaza al ser humano?
Esa es mi esperanza, lo que me anima.